lunes, 21 de julio de 2008

La bella durmiente II

El castigo de la Bella Durmiente

- Ahora, tomad el cepillo entre los dientes y restregad el suelo, empezando por aquí,hasta allá - ordenó fríamente la señora Lockey -. Hacedlo bien, que quede bien limpioy mantened las piernas bien separadas mientras fregáis. Si os veo con las piernas juntas,o si os frotáis esa boquita hambrienta contra el suelo, o si veo que os la tocáis, acabaréiscolgada, queda claro ?Inmediatamente, Bella besó otra vez las botas de su Ama.
-Muy bien - asintió la mesonera-. Esta noche, los soldados pagarán mucho dinero por esepequeño sexo. Lo alimentarán muy bien. Pero por ahora, pasaréis hambre, con obediencia y humildad,y haréis lo que os diga.
Bella se puso a trabajar al instante con el cepillo, fregando con fuerza el suelo de baldosas,moviendo la cabeza adelante y atrás. El sexo le dolía casi tanto como sus nalgas pero,mientras trabajaba, el dolor se mitigó y Bella sintió que su cabeza se despejaba de un modosumamente extraño.
Qué sucedería - se preguntó -, si los soldados la adoraban, pagaban con creces por ella,alimentaban generosamente su sexo, por así decirlo, y luego Bella era desobediente? Podría laseñora Lockey colgarla a las puertas del mesón? <<>>, se dijo. [...]


Fragmento de "El castigo de la Bella Durmiente" de Anne Rice

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