miércoles, 23 de julio de 2008

La Bella Durmiente III



La Liberación de la Bella Durmiente


El mundo real era éste: Bella y yo libres para tenernos el uno al otro, sin los demás. Sólo los dos en mi alcoba, donde yo podría envolver su alma desnuda con rituales y pruebas rigurosas que superarían nuestras experiencias anteriores, nuestros sueños. Nadie podría salvarla de mí. Nadie me salvaría de ella. Mi esclava, mi pobre esclava indefensa...
Me detuve de repente. Otra vez sentí aquel puñetazo en el pecho. Sabía que me había quedado pálido.
-¿Qué sucede, Laurent? -preguntó Bella llena de inquietud. Se agarró a mí con fuerza.
-Pánico -le susurré.
-¡No! -gritó.
-Oh, no os preocupéis, mi tierno amor. Os golpearé lo bastante fuerte cuando lleguemos a casa, y adoraré cada uno de los azotes. Haré que os olvidéis del capitán de la guardia, del príncipe de la Corona y de todos los que os poseyeron en el pasado, los que se sirvieron de vos y que os satisficieron. Pero, lo que sucede es que... voy a amaros cada vez más. - Miré su rostro vuelto hacia mí, sus ojos salvajes, su pequeño cuerpo contorsionándose bajo el suntuoso vestido.-Sí, lo sé -contestó en voz baja y temblorosa. Me besó ardientemente. Con un susurro suave, entregado, dijo lenta y reflexivamente-: Soy vuestra, Laurent, aunque todavía ignoro el significado de estas palabras. ¡Enseñadme vos! No es más que el principio. Va a ser el peor y más irremediable de los cautiverios.
Si no dejaba de besarla nunca llegaríamos al castillo. El bosque era tan hermoso y oscuro... y ella estaba sufriendo, mi tesoro...
-Y seremos felices para siempre -le dije entre mis besos como en los cuentos.
-Sí, siempre felices -contestó-, mucho más felices, creo, de lo que nadie podría imaginar.

Fragmento de"La liberación de la Bella durmiente"

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