Sólo cuando me toma tengo voz y conciencia.
Apenas me alza en sus brazos y ya vibro en silencio; ya mi esqueleto y mis cuerdas se tensan en alerta....
Cuando él no está, cuando me a dejado en mi palomar para atender sus tareas... dejo de verle, pero no de tenerle. No sólo se hace presente en mi memoria, evocando con pasión sus palabras, gestos, caricias, abrazos, deseos, órdenes en la noche; es aún con más fuerza mi propio cuerpo quien por sí mismo retiene en mi piel, en mis sentidos las huellas de su voluntad, moldeándome.
Sigo sintiendo besos, susurros, penetraciones, roces, ímpetus, deleites, suavidades que ya fueron, pero que mi carne retiene contra el olvido, como en los heridos queda la sensación del miembro hace mucho amputado.
Oh Amo! Me has hecho tan tú que yo me disiparía en nada si se evaporasen las marcas de tu posesión! Me has vaciado de mí y sólo de ti estoy lleno.
Si hubo dolor, lo borró mi ansia de darme a él y lo aliviaron sus besos quemantes, sus palabras audaces, su lengua posesora, sus dedos habilisímos...."
José Luis Sampedro
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